Hace veinte años observé a un hombre joven, el cual había sido uno de mis estudiantes más expectantes y apasionados en la primera Escuela de Misión, que le fue denegado el liderazgo en su iglesia porque una o dos personas fueron consideradas bastante más inteligentes aunque esto se dijo solo en privado. Se llevó bien la desilusión y la misma desilusión le llevo más cerca de Dios. Durante años, los que fueron elegidos también fueron observados por otros y aceptaron otros puestos. Ahora bien, se cree que la inteligencia es siempre una medida del intelecto, pero he aprendido que igual que un diamante, la inteligencia tiene muchas caras. Mi amigo hizo lo que pudo hacer: mantuvo su integridad, nunca se quejó, y tomó su tiempo para agudizar su inteligencia intelectual. Sin embargo, en silencio, Dios también hizo lo que solamente el puede hacer, e hizo que este hombre joven creciera en inteligencia espiritual, profética y de liderazgo lo cual le hizo la selección perfecta para llevar a cabo la responsabilidad que había rendido a la voluntad de Dios todos esos años atrás. Ya ves que hay más de una sola manera de ser inteligente, y en realidad, esa sola manera nunca es suficiente.
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Gran verdad; la mente es como un gimnasio y la constancia, la educación y el amor a una justa causa (en este caso servir a Jesucristo) hicieron que finalmente (a pesar de los hombres) este joven sobresaliera
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