Tiré de ella, la empujé y trate de arrastrarla, pero no la movía. Mi cara se puso carmesí, el sudor goteaba, la perplejidad aumentaba y aceleraba el tiempo. Yo sólo había visto al hombre poner su maleta en el suelo. "Déjame llevarla al tren, tu ve a por un billete, rápido, que se va en cuatro minutos", había dicho, y ahora la maleta estaba pegada al pavimento. Etienne Zongo, el Ministro de Deportes en Burkina Faso volvió corriendo, se inclinó, subió la maleta al hombro y corrió hacia la plataforma con un hombre con la cara roja, débil, blanco muy avergonzado tropezando detrás de él. Etienne se subió al tren y gritó, "¡Hasta pronto!" Mi orgullo herido deseaba que no, mientras despedía diciendo adiós con la mano a este alto, y guapo hombre de algún lugar llamado Uganda. Hablaba Moorè y su identidad tribal había sido grabada por un cuchillo en su cara. Cantó las canciones de Dios y habló de miles de personas Mossi pobres que vienen a Cristo. En poco tiempo de conocer Etienne me llevó a conocer a Philippe, otro joven dotado pero sin dinero que hoy cuida a más de 7000 iglesias y ha abierto 70 escuelas para 7000 niños del pueblo. A su vez dio Philippe la bienvenida a Miguel de España que luego lloraba todas las noches durante meses por lo que vio. Hoy en día, alimenta, viste y da hogar a miles de hombres y mujeres pobres de Burkina Faso. A continuación, una corriente de los hombres de Burkina Faso comenzó a venir a mí para ser formado, a menudo con tan solo una bolsa de plástico con sus pocas posesiones. Más tarde John Clements sin la ayuda de nadie llevó allá su Academia de Misión, y el Dr. Ángel de Barcelona comenzó a enviar equipos de 40 médicos para dar tratamiento gratuito a los pobres. Mirando hacia atrás a 1984, Sí esa maleta perteneciente a Etienne era tan imposible levantar, ahora sé por qué: Era tan pesada debido a que contenía el futuro.
© Esta imágen libre de derechos fue suplida por Creative Commons y Flickr: Luggage. Dead By Ryudiculous.
No hay comentarios:
Publicar un comentario