jueves, 7 de abril de 2016

NO HAY OSCAR PARA EL ACTOR


El conocido actor y gran celebridad en su tiempo, Charles Laughton, fue invitado a una cena con una familia en Londres, en la cual el anfitrión pidió a los asistentes que recitasen su pasaje de literatura inglesa favorito. Cuando le tocó a Laughton, con gran habilidad y perfecta gesticulación recitó el Salmo 23, y tras su actuación todo el mundo aplaudió. Las demás personas fueron compartiendo, hasta que llegó turno de una tía anciana, que se había quedado adormecida en un rincón. Alguien la despertó suavemente y le explicó lo que estaban haciendo, pidiéndole que participara. Ella se lo pensó por unos instantes, para después empezar a decir con su voz temblorosa, "El Señor es mi pastor, nada me faltará…". Cuando terminó todos lloraban. En la puerta, cuando Laughton se disponía a irse, el anfitrión le despidió agradeciéndole su presencia. Le confesó estar avergonzado por algunos comentarios negativos que entre susurros algunos de sus familiares habían hecho sobre su recitación, después de escuchar la segunda lectura de los mismos versículos. Laughton respondió, "La diferencia entre nosotros es que yo conozco el Salmo; ella conoce al Pastor," Y desapareció en la oscuridad nocturna.

© Esta imágen libre de derechos fue suplida por Creative Commons y Flickr: Charles Laughton And Iota By Allison Marchant.

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