El pastor Luis, que no es su nombre real, esperaba dos visitantes y estaba preocupado.
Tenía una buena razón.
La pareja que venía estaba casada, pero no el uno con el otro, y tal como están las cosas hoy en día, ni siquiera estaba seguro de que sus visitantes fuesen un hombre y una mujer, o cualquier otra de las posibilidades actuales que hacen pasar a los pastores una noche en vela. O dos.
Todo su trasfondo pentecostal estaba preparado para decirles lo que pensaba, además darles la palabra de Dios, por supuesto de un pasaje oscuro del Antiguo Testamento, y mostrarles la puerta de la iglesia que da a la calle. Pero Luis sabía que si hacía esto no volvería a verles, ni ninguna otra iglesia, y estaba preocupado por las leyes nuevas de que podría estar infringiendo allí dónde vive.
Encontramos una opción mejor para el pastor Luis, una que solo se oye en silencio y en oración.
Mostrar misericordia.
Dar una bendición.
No juzgar.
Perdonarles, porque perdonar es para dar.
Y si es necesario, incluso sin palabras, señalar un camino mejor.
Y así lo hizo y fue bien, y el motivo de la visita no era tan difícil de manejar como en un principio había imaginado que sería. Hizo una oración corta, aunque el único amén audible fuese el suyo. Ahora Luis está esperando con optimismo a ver qué ocurre.
Seguramente Luis ha tenido suficiente excitación y novedad para esta semana, pero si queréis hablar con nosotros sobre cualquier cosa, aquí estamos, y como sabéis, la caftera siempre está encendida y hay galletas de chocolate en la caja.
Que Dios os bendiga y os acerque más a él.
Les y Pilar.
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Estamos casados, tenemos 68 años y tres hijos, escuchamos, mentoramos, escribimos, hablamos, nos gusta Jesús, el silencio, la solitud, caminar, orar, los coches, el camping, los perros, las películas, viajar, y hemos dedicado 41 años a ayudar a personas en la misión mundial.
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